Chapter 10: Confiar en ella
Chapter 10: Confiar en ella
Abro los ojos. La luz me indica que he dormido más de la cuenta. Me encuentro recostado sobre el
suelo con el móvil al lado sintiendo toda la boca seca y la playera oliendo a sudor. Me levanto con
cuidado y me percato que son las once de la mañana, no puedo creer que haya dormido tanto. Me
estiro haciendo un pequeño ruido.
―¿Quentin? ― Escucho una voz en mi móvil y al levantarlo me percato que la llamada sigue desde
hace horas atrás.
Lo tomo.
―¿Diga?― Hablo inseguro.
―Buenos días... ¿cómo te sientes? ― Pregunta Isa con un tono bastante tranquilo.
―Extraño.― Confieso― ¿Estuviste toda la noche en el teléfono?
―Sí, te dije que me quedaría no... además, tuve mucho trabajo así que tú y Nadine me hicieron
compañía.
―¿Nadine? ― Pregunto alarmado y me pongo de pie de inmediato― ¡Sabía! ¡Lo sabía! Eres la From NôvelDrama.Org.
reportera ¡Cómo pude ser tan estúpido! Ya te dije miles de veces que no, no te daré la información que
pides.. ¡Entiendes! ― Exploto y comienzo a gritarle en el móvil.
El silencio vuelve entre los dos y por un momento creo que ha terminado la llamada, después regresa
el sonido de su voz.
―O.K.― Murmura.― No sé a qué reportera te refieres.
―¿Cómo sabes de Nadine?
―Porque pasaste parte de la noche llamándola en sueños...― Me responde.― Luego dejaste de
hacerlo, al principio pensé que me llamabas a mí pero luego me percaté que no era yo.
Me siento terrible, de nuevo me apresuré a las circunstancias.― Lo siento si te grité, yo...
―No te preocupes, en fin, debo irme, hasta luego Quentin.
―¡No! Espera... ― Exclamo en un impulso y ella suspira.― Mi intención no era llamarte ayer, era para
mi asistente Vivianne, supongo que en mí desesperación marqué el número mal.
―Supongo...
―¿Te puedo preguntar algo? ― Le pido mientras abro la puerta de mi habitación y camino hacia la
cocina.
―Supongo..― Repite.
―¿Por qué me volviste a hablar? ¿Por qué te quedaste conmigo? ¿Cómo supiste que estaba teniendo
un ataque de pánico?
Mientras pregunto esto escucho como si ella estuviera haciendo algo en la cocina.― Dijiste una.―
Replica.
―Vamos, te lo pido.― Ruego.
Isa suspira.― Te escuchabas mal, pensé que te estaban haciendo algo, ya sabes, llamada para pedir
ayuda... luego escuché tu respiración y reconocí el ataque de pánico... mi hermana tenía muchos
ataques de pánico, aprendí como sobrellevarlos, no quise dejarte solo así que...
―Gracias.― Respondo.
―De nada... come algo. Hasta luego.
Ella termina la llamada. Veo el tiempo de llamada y me sorprendo al leer doce horas quince minutos.
Isa, una mujer que no me conoce, se quedó conmigo por doce horas velando mi sueño y pendiente de
mí ¿cómo es eso posible? ¿Por qué lo hizo? ¿No lo comprendo? ¿Debe tener una razón?
Abro el refrigerador para darme cuenta de que no tengo nada de comida, absolutamente nada y por
primera vez en todo este tiempo siento un hambre atroz y quisiera comer algo más que un espresso,
lo cierro.
―¡Nora! ― La llamo y al no haber respuesta voy hacia su habitación, le toco la puerta y la abro para
ver qué está vacía―¿Nora? ¿Estás ahí?
Supongo que al igual que Vivianne es su día libre ya que es domingo, al parecer por tratar de tener el
control de mí mismo y de mi empresa, perdí el de mi casa, supongo que Nadine era la encargada de
eso.
Regreso a mi habitación y me ducho. No recuerdo si es caliente o fría, sólo lo hago, quiero sentir el
agua se lleva el sudor de mi cuerpo y estar limpio. Cierro la llave de la ducha, me envuelvo, la toalla en
la cintura y camino hacia mi habitación, me siento solo, bueno, sabía que ya lo estaba pero ahora sin
Nora en la casa y sin Isa en el teléfono me siento peor. Voy a mi armario y por primera vez no sé que
ponerme, ya que incluso los domingos iba a la oficina en horario normal para distraerme, luego
regresaba a mi piso y Nora ya estaba de regreso, ahora es demasiado tarde para ir, así que tendré
que quedarme, no me gusta mucho la idea.
Busco entre la ropa de los cajones de abajo y encuentro un pantalón de mezclilla y lo combino con una
camisa no tan formal, me veo frente al espejo, siento que rejuvenecí cómo unos cinco años sólo con
vestirme de esta manera y de pronto puedo ver una sobra de lo que fui, ese joven empresario que
sentía que tenía el mundo a sus pies y luego lo perdió todo en un viaje hacia la casa de sus suegros.
Tomo mi móvil y salgo de la habitación ¿ahora qué haré? No tengo absolutamente nada en qué
entretenerme, no tengo hobbies, amigos, ni siquiera alguien a quien visitar. Mis padres viven lejos de
aquí, me alejé de los de Nadine, en resumen, he perdido todo contacto social desde hace cuatro años
y en este momento me pasa factura, pero tampoco no es que quiera hacer nuevos amigos o socializar.
Me siento sobre el sofá con el móvil en la mano viendo el teléfono de Isabel, no lo puedo creer ¿cómo
es que de pronto esta chica llegó a mi vida? ¿Cómo es que alguien a la que no conozco me hace
sentir como si ya lo hiciera? ¿Cómo es que de pronto me hace ver que mi vida es tan lastimosa que mi
único "contacto con el mundo" es una voz al otro lado del teléfono? Abro el apartado de los mensajes
y sin preguntarme por qué lo hago, lo envío.
QUENTIN VALOIS
¿Sigues ahí?
Inmediatamente la pantalla se alumbra y veo en nombre de "ISA" y lo contesto.
―Es más fácil así Quentin.― Pronuncia correctamente.― Ahora tengo las manos ocupadas y no
puedo enviar mensajes.
―Lo siento, si estás ocupada.
―No pasa nada... ¿ya comiste?
Me pregunta como si estuviera observándome, a veces siento que ella está en frente de mi piso o aquí
conmigo, tal vez tenga cámaras por todo mi piso y no me he dado cuenta.
―Mmmmm, no... no hay nada en mi refrigerador.
―¡Ah! Bueno... ― Responde.
―¿Tú ya comiste?
―Algo así, he comido un poco de aquí y de allá... gajes del oficio ¿quieres que te envíe algo de
comer? Me sobró un poco de comida y podría enviártela, sólo dame tu dirección...
―No gracias, no suelo darle la dirección a personas desconocidas.― Regreso a mi tono de amargura
habitual.
Escucho como ella deja algo en la cocina y respira.― Mira, Quentin o cuantan, o como te llames, tú
eres el que marcas o mandas mensaje, tú eres el que insistes y yo trato de hacerte conversación. No
te reclamo lo del ataque de pánico porque eso se siente horrible, pero lo demás... es bastante
cansado, dices cosas como "no tenemos más que hablar" pero me llamas... "no le doy la dirección a
personas desconocidas" pero me preguntas mi nombre, unas veces eres abierto y en otras
completamente cerrado... así que no te comprendo. Mira, me dieron el número equivocado, no es mi
culpa que nos hayamos contactado, pero no es obligatorio que sigamos hablando así que esto se
puede arreglar fácil bloqueado el teléfono y eliminándolo...
―¡No!― Digo firme y ella guarda silencio.― Lo siento, es mi culpa, tienes razón. En realidad me gusta
hablar contigo y mucho más escuchar tu voz, Isabel.
―¿Seguro? No me dirás en unos minutos que fue un error haber hablado conmigo.
―No.― Contesto firme y me quedo en silencio un minuto.― Dijiste que me enviarías comida que te
sobrara.
―¡Ah sí! Me sobraron unos cuantos refractarios con comida, y me los iba comer yo pero pues
enviártelos.
―Bueno, no tienes que enviarme comida, si se puede hacer en mi casa... no quiero dejarte sin
comer.― Contesto.
―No...― Y se ríe.― La comida no es para mí, es para uno de mis clientes, resulta que me canceló el
pedido y ahora me quedé con lo que cociné, si quieres, te lo puedo enviar, está recién hecho. Bueno,
sí gustas.
―¿Qué es? ― Me atrevo a contestar y esbozo una sonrisa.
―Es una sorpresa, espero te guste... sólo dame tu dirección y un repartidor te lo llevará, esta va por
mi.
Suspiro. No sé que tiene esta mujer en su voz que me calma por completo, tal vez sea como me
habla, las cosas que me dicen o que lo hace sin saber quién soy, como una persona normal, que no
me ha clasificado como otros en un rico amargado y solitario.
―¿Confías en mí? ― Me pregunta.
―O.K, te daré la dirección de mi piso ¿tienes en donde anotar?
―Un momento señor Quentin.― Pronuncia. Se aleja un poco del teléfono.
Después de cuatro largos años de vivir en soledad y alejado del mundo que me rodea, una voz de una
desconocida al otro lado del teléfono ha logrado mas cosas en un día que todos los psicólogos a los
que vi en estos años. Ahora, ya estoy metido en esta situación, no tengo más remedio que confiar en
ella, y esperar que esta pequeña sensación que crece cada día más en mi pecho no me traicione al
final del día.