Capítulo 63
Capitulo 63: ¿Ya no lo Odias al Señor Mendoza?
Una hora después, la subasta en el escenario estaba llegando a su fin.
Valentina despertó justo a tiempo para escuchar a dos enfermeras que la cuidaban hablando en voz baja: Content protected by Nôv/el(D)rama.Org.
-Dios mio, cien millones de dólares, esos anillos de compromiso se vendieron por una fortuna…
-Y el collar de esmeralda, ¡todo comprado por el señor Mendoza!
Las dos mujeres estaban emocionadas, habían escuchado a escondidas el alboroto de la subasta afuera, con al menos tres compradores aumentando constantemente sus ofertas, jera una locura!
-Me pregunto quién será la afortunada que llevará esos anillos…
-Pues es obvio, ¿no viste cómo el señor Mendoza estaba tan preocupado por la señorita Lancaster? Claramente significa que…
Las enfermeras se miraron, llenas de envidia, pero en cuanto vieron que Valentina había abierto los ojos, se sobresaltaron.
El director les había advertido que no mencionaran al señor Mendoza delante de la señorita Lancaster. ¡Y mucho menos decirle que fue el señor Mendoza quien la salvó!
-Señorita Lancaster… -dijo una enfermera, preocupada.
Pero en la mente de Valentina solo estaban esos anillos.
-¿Esos anillos se subastaron?
-Si… si lo hicieron… -la enfermera no se atrevió a mentir.
Valentina recordó el rostro guapo de su marido de matrimonio relámpago, casi por instinto, no
quería que esos anillos terminaran en manos de otro.
Se levantó apresuradamente, sabiendo cómo funcionaban las subastas, si aún no se había
firmado el contrato, había una oportunidad…
Pero apenas se movió, el dolor de sus heridas la hizo sudar frío.
Aún así, por esos anillos, estaba dispuesta a soportar el dolor.
¿El señor Mendoza? Recordó su enfrentamiento en la oscuridad y el secuestro que casi le cuesta
la vida, sabía que involucrarse con este señor Mendoza no traía nada bueno.
Pero esos anillos, tenía que recuperarlos a cualquier costo.
-Señorita Lancaster, necesita descansar…
Valentina ignoró a las enfermeras y se dirigió a la puerta de la sala de descanso.
Justo cuando llegó a la mitad del camino, la puerta se abrió. Santiago estaba en la entrada. Al
ver que Valentina había despertado, la preocupación en sus ojos se disipó en un instante, pero solo por un momento, sus cejas se fruncieron rápidamente.
¡Acababa de despertar y ya estaba haciendo locuras! ¡Qué desobediente!
Antes de que pudiera regañarla, la voz de Valentina sono primero.
-Cariño… rápido, llévame afuera…
Santiago se quedó sorprendido por un instante, pero luego, su expresión se suavizó de forma gradual.
Las dos enfermeras abrieron la boca, formando una perfecta «O».
-¡¿Qué?!– exclamaron al unisono en su corazón.
¿Cariño? ¿Acababa la señorita Lancaster de referirse al señor Mendoza como su esposo? Y él, lejos de negarlo, se acercó y abrazó a la señorita Lancaster con ternura en sus ojos, aunque manteniendo su semblante serio.
¡Dios mío! ¿El señor Mendoza se había casado? ¡Esto era una noticia sensacional!
Las enfermeras estaban tan emocionadas que apenas podían contener su alegría, incluso después de que el señor Mendoza se llevó a la señorita Lancaster del cuarto de descanso.
Querian compartir la noticia, pero recordando la orden de silencio del director, se detuvieron,
sintiendo un escalofrio.
Lo que habían descubierto podría ser un secreto, y no una simple noticia.
¿Quién se atrevería a revelar un secreto del señor Mendoza?
Las enfermeras intercambiaron una mirada y, con un gesto, simularon cerrar un cierre en sus
bocas.
Los guardaespaldas habían sido despedidos de la sala de descanso, quedando solo expertos de Leones del Desierto para proteger el lugar en secreto.
Santiago, llevando a Valentina en brazos, se dirigía hacia la salida.
Pero Valentina, al darse cuenta de que iban en dirección equivocada, lo corrigió inmediatamente:
-¡No, a la sala VIP!
-¿A la sala VIP? ¿Para qué? -preguntó Santiago, frunciendo el ceño, pero sin detenerse.
-¡Para buscar al señor Mendoza, por supuesto! -respondió Valentina.
Santiago se detuvo, mirando fijamente a Valentina. Sus ojos oscuros y profundos parecían
esconder un abismo.
-¿Buscarlo para qué? ¿Ya no lo odias?
Valentina sonrió con sarcasmo.
-¿Cómo podría no odiarlo?
El haber sido vetada en toda la ciudad y las constantes dificultades que enfrentaba eran agravios que no olvidaria fácilmente.
-El señor Mendoza es mezquino y vengativo. Donde él está, no puede haber nada bueno….
No había terminado de hablar, cuando en los ojos de Santiago ya se acumulaban nubarrones de
tormenta.